Amo ver
el mar, me gusta la música, siento que es lo único genui.... Me interrumpió.
- Espera
un momento tengo algo para ti, esperas que lo busque?
-Seguro!
Aquí estaré,
- Cierra
los ojos y recoge tu cabello...
-Es
hermoso, es muy muy lindo, pero… ¿por qué?
-Buscaba
alguien especial y un lindo cuello a quien dárselo, creo que te lo ganaste...
con un chiste argumento mi regalo.
Mirábamos
la luna y luego sin darme cuenta estábamos muy cerca, hizo una mirada de
solicitud pero era demasiado pronto para mí, lo desaprobé con un beso en la
mejilla y la promesa de una próxima vez.
Mucha
sinceridad y profundidad para ser la primera vez, un buen comienzo pensé, y con
una expectativa enorme me despedí y fui a casa.
Al
despertar mi amuleto había desaparecido de mi pecho, el recuerdo era
contundente, pero su olor, el que se quedó en mi ropa, ya no estaba y él? Pues,
él no volvió.
Estaba
segura que escribiría para
agradecer o con alguna otra invitación a ver la luna. Pero ahora solo podía
verlo en las noches, mientras dormía, ahí sentados
al pie de la bahía, siempre en la misma vieja banca, y noche tras noche en cada
uno de nuestros encuentros, me regalaba la luna, el mar, me preguntaba que me
gustaba y luego al tratar de responder, me interrumpía para darme un obsequio.
- Espera
un momento tengo algo para ti, esperas que lo busque?
-Seguro,
aquí estaré. Le contestaba.
- cierra
los ojos y recoge tu cabello...
-Es
hermoso, es muy muy lindo, pero ¿por qué?, pregunté.
-Buscaba
alguien especial y un lindo cuello a quien dárselo, creo que te lo ganaste.
Cada
mañana todo se esfumaba como un el humo de este cigarro.
Brillaba
como el sol, fuertes colores, flores talladas al rededor, y qué decir de las
costosas incrustaciones, toda clase de piedras preciosas en el mismo objeto,
pero lo más especial de este regalo, fue la energía con la que venía cargada,
de promesas, esperanzas y un motivo más para sonreír.
El
ausente amuleto cada mañana me dice que nunca existió, que lo soñé y que
todavía lo espero.
Meses
después ya había terminado de convencerme que los cuentos de hadas nunca
existieron, que los príncipes azules se habían extinguido siglos atrás y que el
amor era algo menos literario, algo más casual.
Aquel
juramento de amor bajo la luna había sido sólo una ilusión, deseo reprimido que
mi subconsciente que se mostró en forma de sueño, me decía mi psiquiatra una y
otra vez en cada sesión, hice conciencia de eso, mire hacia el techo y me
despedí de Wilfrido, ya había algo de confianza después de varias terapias de “olvida y supera en un
mes” salí del lugar y
me olvide del asunto.
Decidí
no sólo limpiar mi iluso pensamiento de princesa que espera en el castillo al
osado príncipe que la hará feliz, también quise limpiar el apartamento, saque
las cartas de amor del colegio, despegue los chicles de abajo de la mesa,
limpie los viejos libros de poesía, bote algunos juguetes que nunca quise
descartar, cuando de pronto lo veo, ahí estaba, camuflado entre el desorden de
abajo de mi mesita de noche, escondido junto con el ya olvidado tomas, mi
peluche.
El
amuleto de aquella noche, resulto ser de verdad, ya no brillaba como la última
vez, pero lo reconocí. La esperanza volvió, lamente no haber buscado debajo del
nochero, lamente no haberlo llamado yo, lamente haber perdido lo más cercano al
amor que alguna vez había tenido, lamente y lloré a ríos esa noche no haberlo
besado cuando me lo pidió. Lamenté haberlo dejado ir.
Frinny M
torres.
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